Lieh Tse cabalgó en el viento, el Dragón Celestial bajó a la Tierra, un hombre cruzó una roca y caminó entre la lumbre... Sucesos como estos en los cuentos chinos nos llevan a la pasmosa frontera de la fantasía y la realidad, donde podemos movernos con presteza hacia los dos polos de la línea divisoria, no sin antes experimentar sorpresas y vértigo. En cuentos como “Sueño y realidad”, “El sueño de Chuang Chou”, “La sentencia”, “El sueño infinito de Pao Yu” y “El espejo de Viento-y-Luna” el asombro no tiene límites, hay en ellos una maestría indiscutible y una redondez que los catalogaría entre los mejores del mundo. La narrativa china de esta índole nos maravilla porque en el principio de realidad están las mediaciones que nos mueven entre lo ordinario y lo extraordinario, o entre la vigilia y el sueño; pero esto no es todo, hay algo aún más sorprendente: para las cosmogonías tradicionales chinas no existen diferencias entre los polos mencionados, luego entonces, lo extraordinario es real y cotidiano, la vida es quimérica con todas sus consecuencias.