Poesía

Mujer rota y continente

Margarita Hernández

La ventana

gris y opaco, nuboso mi cielo
luz ausente, todo penumbra
es una mañana sin lluvia
enclaustrada, prisionera y callada
desde la ventana el día comienza
se ve apesadumbrado de tanta nube
el gris, como losa, aplasta árboles
            y mi alegría liviana

le doy la espalda para hacerle frente
a la computadora y al teléfono que me atan
tengo alas que no brotaron; atrofiadas
baten contra mis costillas y duelen
tuve mirada de águila
ahora miope ante la pantalla y los diccionarios
            de mi oficio

pude
        correr llanos y bosques
        escalar montes y montañas
        nadar lagos y mares
        montar caballos, elefantes y camellos
        excavar ruinas de oculto pasado
        navegar ríos y océanos
        escuchar mi nombre repetido por cañones
        dormir bajo un cielo con todas sus luces encendidas
        tocar la guitarra, cantar nostalgias ante la fogata
pero no
        estoy frente a mis libros, ante la muda pantalla
        rodeada de soledad y de palabras huecas

lo único que me consuela es esta imagen:
una virgen agobiada de milagritos
con el corazón traspasado por certera espada
y los ojos, como los míos a veces
entornados hacia la ventana

 

La palabra ausencia

la palabra ausencia es morral gris de cuero cuarteado y en desuso
donde se ocultan
            pulverizándose
los restos de mi pasado revoloteando en el aire de mi aliento más pesaroso

en la palabra ausencia caben todas las distancias, todos mis amores
en la palabra ausencia guardo
            ya doblada e inútil
la mujer que no fui

 

Ansias de horizonte

ansias de horizonte
del tumbo de las olas y del otoño
en solitaria playa crepuscular
envuelta en un rebozo hilado de nostalgias
el pelo revuelto por una brisa de recuerdos
las huellas de mis pasos incontables
perdiéndose en la inmensa distancia de mis años
llorar lágrimas inútiles que se llevan las olas
después de lamer la tristeza de mis pies descalzos

 

Tan como ella

absurdamente persiste la asustadiza
se esconde atónita sintiendo insustancial amenaza
no por ello menos asfixiante

lastimera ella en mi vida
su enclenque presencia taciturna
nubla mi cielo más azul
insiste que un cielo gris es manto amigo
con su tejido de anhelos, pesares y temores

le gusta verme fumar, desposeída de sonrisas
contagiada hasta los huesos de su tristeza
de innombrable origen, infinita

quiere que la sienta entera, débil y flacucha
con la carga de su imposible soledad
el humo de mi cigarrillo
el suspiro de su alma
tan vaga, tan informe, tan de humo

quiere que le trence el cabello largo y ondulado
quiere que sean dos prendidas a su cabeza cual corona
“de mi melancolía”, me dice cómoda y a sus anchas
quiere que escuche sus canciones viejas
“de cuando teníamos la misma edad, ¿te acuerdas?”

decidida me atosiga hasta que cedo a sus caprichos
y me ausento de mi mundo, me le uno resignada
para peinarle el cabello, cantarle sus canciones
ponerle colorete a sus mejillas y a sus labios pálidos
hasta que se sienta otra vez mi niña consentida

de vez en cuando ella lo necesita
saberse acompañada, comprendida
pero, ay, me quita de fuerzas todas las que tengo
cuando vuelvo quedo hueca y quebradiza

y mi cielo es menos azul y menos límpido
y por días y noches escucho los ecos de sus canciones
y me inquietan el tiempo y mis rutinas, sus sinsentidos
y me veo rebelándome, pensando en el siguiente rencuentro
y que me podré abrazar a ella otra vez
también desconsolada y sola
tan como ella

 

Poema estival

pienso estío para pensar hastío
en pleno verano
estoy hastiada de la hierba seca
del sol aplastante
del cielo azul sin interrupciones de nubes

me asomo al mundo virtualmente
voy en busca de cabañas con playa
de lagos sombreados por los árboles
de montañas donde habita el viento fresco
y me ubico allí para esperar la llegada del otoño

todo empeño ánimo y esperanza
se aletargan con el día que se alarga sofocante
con el sol lento que tarda en despedirse

quisiera ser valerosa en el verano
pero me agotan su insistencia pegajosa
su luz que se resbala en goterones
por mi piel irritada y roja

la pereza se distiende como todo bajo el sol
son demasiado esfuerzo comas y mayúsculas
los acentos son sacrificio de mínima dignidad

lo que quisiera es dormir distendida también
sin horarios ni compromisos

perezosa yo también
porque el estío así lo exige
así se me impone

despiértenme cuando llegue el otoño

 

En lo profundo

En lo profundo del impío y bellísimo invierno
Aúllan el viento y mi alma
Desde la periferia no puedo detenerlos
El viento sopla imparable, mi alma vaga
Separada de mi solidez, mi alma no quiere saber
Cómo llegó este cuerpo a los cincuenta
Sin conocer recónditos y hermosos sitios de este planeta
Grutas, arroyos, cascadas, montañas, desiertos, bosques
El alma me pregunta por qué la dejé prisionera
Clavadas las alas, hueca y vacía, hambrienta de vuelos
Deseosa de precipicios, mareos de alturas
Uy, este es el invierno
Viento, sigue aullando conmigo
y descárname si quieres

 

Cántaro roto y continente

México es llaga que supura vejaciones
México es una india con dolores de parto a perpetuidad
        extenuada, sudorosa, pujante
México es casa de puertas abiertas
        es un anciano ciego
        un niño en la oscuridad
        un joven cretino
        un borracho adolorido de amores
        una puta generosa que no sabe poner condiciones
México es una virgen de guadalupe y el santo niño de atocha
        y pedro infante y el día de muertos
México es altar oloroso a cera y a cempasúchiles
        es el sur despabilado
        es la madre abnegada
        un padre soez
México es un cántaro mágico, a la vez roto y continente
        es la sangre de un pueblo violentado
        es país con alma de tierra y raíces
        es sombra feliz de colonizadores
México es una mirada amplia y una mirada ampliamente desolada
        es una pesadilla que habitamos sin remedio
        es una niña de trenza cantando infatigable el himno nacional
México es una lágrima sostenida
        un sollozo en crescendo
México es un estadio desnudo de goles
        es un espíritu que nos espanta el sueño
México es pasado que abandonamos
        molcajete en la basura
México es una ilusión y un tratado
        una mesa con salsa cátsup
México es historia que olvidamos
México es muchedumbre encandilada
        muchedumbre imantada al norte
México es hervidero ladino
México es para siempre una esperanza que se empolva
México es

 

Antídoto de mi desazón

desbocado y alocado
ante mis miopes ojos
tu desconocido corazón pusiste
como ofrenda latiente envuelto en jirones
de versos y pétalos sangrantes

de pasión y entrega me hablaste
de asirme de tu mano sin mirar atrás
y así hice con los ojos anegados
enceguecidos por salado e incierto mar

caminé a tu lado, pegadita como sombra
niña otra vez, extraviada y temerosa
quebradiza como siempre en lo alto de la noche

antídoto eres de mi desazón
te busco para encontrarme
luminosa y de pasado sin ponzoña

eres la sinrazón que me levita
alta sobre las llamas de todo lo sabido
allá lejos y segura
en un aire que sólo tú respiras
soy, es cierto, todo lo que tú dices

Margarita Hernández

Traductora del inglés al español certificada por la American Translators Association, con más de dos décadas de experiencia en su campo. Recibió en 2007 el Premio Nacional José Martí “Mejor Columna Cultural” de la Asociación Nacional de Publicaciones Hispanas (a través del diario La Estrella) con su columna acerca del compositor mexicano José Alfredo Jiménez. Poeta ocasional. Es columnista y blogger. También mantiene en español el blog “Cotidianas” (miscotis.blogspot.com), donde también intenta publicar una vez a la semana. La editorial La Zonámbula publicó su poemario Mujer rota y continente.